Lo mediático como eje de política
El estancamiento de las ideas y la discusión política en el Perú
(2 de agosto del 2023)
El estancamiento de las ideas y la discusión política en el Perú
(2 de agosto del 2023)
Por: Renzo Haruo Kuwata Higuchi
Con los controvertidos y tan sonados acontecimientos políticos de los últimos años en el Perú, habremos podido notar, si es que hemos analizado mínimamente los aspectos fundamentales de estos, que la política peruana se debe esencialmente a la banalización de lo que entendemos por discusión política, el propósito de esta y la utilidad que tiene en la búsqueda por el bienestar de la nación. Aspectos como lo político y lo mediático, que antes eran considerados independientes y aislados, hoy se encuentran confundidos el uno con el otro y han pasado a conformar las cartas de un mismo mazo en el juego del poder.
Ante esto, cabe aclarar que lo que pretendo aquí no es descubrir la pólvora, pues como ya se ha mencionado, probablemente muchos nos hayamos percatado ya de este fenómeno que mantiene estancado el desarrollo de las ideas políticas. Tampoco se quiere dar a entender que la mediatización de la política es un fenómeno particular y exclusivo del Perú, pues se tiene presente que esta visión no tiene fronteras y que es prácticamente un producto más de la posmodernidad. Lo que se busca aquí es plantear esto en términos académicos, de tal forma que resulte fructífero para la reflexión y reformulación de lo que hoy entendemos por política y lo que ello implica en el Perú.
Una discusión absurda
En este siglo, y en parte finales del siglo pasado, han acontecido sucesos muy relevantes que han determinado lo que hoy es el marco doctrinal de la política nacional. Desde golpes de estado (o su intento), hasta una escandalosa inestabilidad presidencial. Muchos han sido los sucesos que, si bien tendrían que ser recordados para evitar que se repitan en un futuro, en la actualidad solo son utilizados como medios para llevar adelante un discurso que sirve a una determinada agenda política. Aquí no se critica el hecho de recalcar o señalar los defectos y problemas de otros sectores políticos. Lo que se critica es que esto termine reemplazando al discurso que busque demostrar una diferencia positiva respecto del otro, siendo que no se plantean verdaderas soluciones a los problemas, sino que se tiene como objetivo el que se avalen las ideas y medidas propias, en base al rechazo de las otras, que usualmente son las preestablecidas.
Por otro lado, tenemos que la discusión política es entendida de forma simplista y se cree que refiere a una discusión de políticos, que no necesariamente es lo mismo. La primera podríamos verla en términos de “lo político”, y mientras que esta refiere a la manifestación del conflicto que surge entre ideas de sectores antagónicos, con el objetivo en común de buscar la mejor forma de orden social (Schmitt, 1987); la segunda es insustancial, pues solo refiere a una conversación entre personas con algún cargo público de representatividad, con dos o más posiciones distintas. Aquí, cualquier tema, por más absurdo que sea, constituye dicha discusión. El problema es que se ve al primero en términos del segundo, normalizando la desviación de los temas que competen a los políticos y siendo permisibles ante su descarada negligencia.
Podemos decir entonces que el discurso predominante, en prácticamente todos los sectores, resulta nocivo para el desarrollo idóneo de la discusión política, la cual debería tener como fin el contraponer ideas relevantes en dicha materia; pues, como lo explica Stuart Mill (2008), la discusión política es favorable en tanto a que si concebimos una idea preestablecida como verdadera o absoluta, y no la contrastamos con otra que la niegue, esta dejará de ser una verdad viva (si es que, en efecto, es una verdad) y pasará a ser un dogma muerto. No hay mejor forma de progresar en el ámbito de las ideas políticas que corroborarlas o refutarlas mediante su contrastación con otras distintas (actividad que en el Perú ha perdido relevancia total).
Desarrollo de la “mediatización”
El inminente avance tecnológico, principalmente desde el advenimiento de las redes sociales, ha resultado en la asimilación lógica de estos en la vida cotidiana y en la masificación de su uso en diversos ámbitos sociales. El que nos compete aquí es la política, pues el papel que cumplen las tecnologías de comunicación (televisión, radio, spots publicitarios, redes sociales, etc.) en el devenir de la sociedad y, por lo tanto, en la organización de estas, ha sido muy significativo en las sociedades postindustriales, caracterizadas, a grandes rasgos, por la preeminencia de una "tecnología intelectual" y un mercado productor de servicios (Bell, 1989). Hoy en día nos resultaría inimaginable un mundo sin estas tecnologías, debido a que han pasado a formar parte fundamental de nuestras vidas.
El fenómeno de la mediatización, una vez ubicados en este contexto, se basa en la noción de que los medios de comunicación son “un instrumento potencial de influencia, control e innovación en la sociedad” y “el origen de un sistema de significados, ordenado y público, que proporciona un patrón de lo que es normal, empírica y subjetivamente, donde se señalan las desviaciones y se hacen comparaciones en función de esta versión pública de la normalidad” (McQuail, 1983, p. 28). Sin embargo, por “mediatización” no solo nos referimos al fenómeno que implica la influencia que tienen los medios de comunicación en la mentalidad de la población, sino también a la extrapolación de esta mentalidad en ámbitos ajenos al propio, tal y como lo hemos planteado en el campo de la política, el cual ha debido adaptarse a la lógica instaurada por estos medios (Mazzoleni, 2014). Entendemos a lo mediático, entonces, como la lógica propia de los medios de comunicación y que, para fines didácticos, denominaremos “lógica mediática”. Esta radica en, básicamente, anteponer el sensacionalismo por encima de la objetividad y la racionalidad.
En el Perú, la lógica mediática se ha podido evidenciar en cómo es que los medios de comunicación llevan a la población información sobre lo que acontece en la política: se le brinda más importancia a escándalos frívolos —relacionados a los políticos, mas no a lo político— que a diversos acontecimientos, que tienen relevancia en el marco de la discusión política (proyectos de ley, movimientos sociales, políticas públicas, etc.). Los políticos (demagogos y meros populistas en su mayoría), bajo este escenario, buscan acoplarse a las circunstancias más que demostrar ser diferentes a lo establecido. Salirse del guión que ha demostrado funcionar, pese a perjudicar la calidad de la política peruana, no es una opción para aquellos que actúan en función al voto y no en función al bienestar general.
La multicausalidad del fenómeno
Hemos reconocido ya el problema esencial que afecta al desarrollo de las ideas políticas, por lo que nos entra la duda de cuál podría ser la solución más viable. Para resolver esta cuestión, primero hay que reconocer cuáles son las causas de este fenómeno. Y es que, en el desarrollo de este escrito, nos habremos podido percatar (o al menos hacer una idea) de cuáles son esos agentes causales. Estos vendrían a ser: los medios de comunicación, productores del orden mediático; los políticos, tomadores de decisiones; y la población, legitimadora de lo establecido. Cada factor se relaciona con los otros dos, siendo que la mediatización sería producto de un triángulo multicausal en donde los vértices, además de complementarse, se condicionan unos a otros:
Los medios de comunicación y la población poseen una relación de productor-consumidor: mientras que los medios influencian la forma de pensar de la población, mediante la selección de los recursos que se brindan para formar la opinión pública, la población acepta o rechaza el contenido que estos pueden impartir, condicionando la selección. Mientras exista libertad de expresión y prensa, estos se autorregulan, pues la oferta, como norma general, se sostiene con el tiempo por la demanda y viceversa.
La población, como es de nuestro conocimiento, legitima a los políticos y ostenta el poder para decidir quiénes son, serán o dejan de serlo; por lo que estos últimos tienen que regir su actuar en función de lo que el sector que los apoya manifieste. Sin embargo, los políticos, en la práctica, pueden actuar sin una aceptación de las mayorías al hablar en nombre del “pueblo”, solo por haber sido elegidos por este. Y si en última instancia son rechazados, pueden hacer uso del monopolio de la violencia que brinda el Estado.
Los políticos, como vimos anteriormente, pueden someter a los medios de comunicación a su voluntad. Si bien esto no se puede hacer de forma directa en sociedades democráticas, se puede utilizar la autoridad para deslegitimarlos (tal y como sucedió en el gobierno de Pedro Castillo). Por otro lado, tenemos que los medios de comunicación modifican indirectamente la agenda política, al ser quienes decidan cuáles son los temas relevantes o merecedores de discusión en la res publica, y en lugar de ser representantes de la opinión pública terminan moldeándola (Sartori, 1998).
En conclusión, debemos reconocer que no es deber de un solo actor el cambiar la situación deplorable de la discusión política, sino que es un deber de todos aquellos que, directa o indirectamente, intervengan en esta. Por nuestra parte, tenemos que rechazar el circo que actualmente representa la política peruana, evitando guiarnos por las falacias y emotividades que componen la lógica mediática; cuestionar y analizar de forma objetiva y crítica los acontecimientos de nuestra sociedad, indagando más allá de lo que los medios de comunicación nos presentan; y seleccionando a nuestros futuros políticos, no en función de qué tal nos parece su personalidad (o al menos que este no sea un factor determinante), sino en función de la vialidad de sus propuestas, el mérito acorde al cargo y la fortaleza de sus ideas y convicciones.
Referencias
Bell, D. (1989). El advenimiento de la sociedad post-industrial. Alianza Editorial.
Mazzoleni, G. (2014). Mediatization and Political Populism. En F. Esser y J. Strömbäck (Eds.), Mediatization of Politics, (pp. 42-56). Palgrave Macmillan.
McQuail, D. (1983) Introducción a la teoría de la comunicación de masas. Paidós
Mill, J. S. (2008). Sobre la libertad. Tecnos.
Sartori, G. (1998). Homo videns: la sociedad teledirigida. Taurus.
Schmitt, C. (1987). El concepto de lo político. Alianza Editorial.