¿Por qué fracasará la nueva derecha?
Por Dante Olivera* 15 de junio del 2024
Por Dante Olivera* 15 de junio del 2024
Habiendo pasado por una etapa de reaccionario antiprogresista, coqueteado con el conservadurismo, creído por un tiempo el relato de la nueva derecha, y leyendo a sus principales representantes, me considero apto para efectuar, en estas breves palabras, algunas ideas del por qué considero que este proyecto fracasará. A continuación las presento estas críticas con la intención de poder generar un debate necesario en las derechas en búsqueda de mejores teorías.
El fantasma del marxismo cultural
Considerando correcta la tesis de la reinversión de las izquierdas (en terminología bobbiana) en las últimas décadas y, con mayor fuerza, a raíz del derrumbe socialista a finales del siglo pasado, es completamente falaz una reinversión del marxismo. Las contradicciones internas dentro de los distintos movimientos socialistas y comunistas dieron como resultado dos posiciones: el marxismo ortodoxo (los comunistas en sentido estricto) que continuaban aplicando el materialismo dialéctico e histórico a sus análisis de la realidad, mientras que el segundo grupo fue de carácter revisionista o afines, por lo que se alejaron de la metodología marxista original, llevando (lo que denomino) una pseudodialéctica a micro áreas de la realidad. Al primer grupo pertenece la escuela de Frankfurt, mientras que el segundo grupo vendrían a ser los distintos ismos como el feminismo, el progresismo, el multiculturalismo, el ecologismo, entre otros. El marxismo, en sentido estricto, no se reinventó ni se volvió cultural, sino que hubo una separación teórica y práctica. El basarse solo en El libro negro de la nueva izquierda o libros similares que tienen segundas y terceras fuentes, es simplemente vergonzoso. Mención aparte merece La batalla cultural en donde Laje denota una mejor comprensión de Marx.
El micropoder ataca
Se menciona que Foucault vendría a ser el padre de esta nueva izquierda. Uno de los tantos postulados que tiene este pensador es el de la microfísica del poder: el poder no es algo que se detenta, sino que se ejerce de muchas maneras posibles, no es necesario que haya una jerarquía, pues en toda relación humana (a pequeña o gran escala) hay una relación de poder. Entiéndase esto en la relación de maestro-estudiante, padres-hijos, jefe-empleado e incluso en una simple relación amical. Lo importante, entonces, es “descubrir” (aunque en realidad es dar un significado) el poder oculto en todas las relaciones.
La relación de poder clásica es la del estado para con sus gobernados: sin embargo, también se pueden colocar como ejemplo prototípico a los poderes económicos; sin embargo, en la cultura habría también muchos poderes que se ejercen de manera oculta y tradicional.
La nueva derecha parece estar paranoica del micropoder en la actualidad, son los nuevo foucaultianos.
Piénsese, por ejemplo, en cómo reaccionan estos grupos (insensibilidad) a cualquier pequeña expresión que pareciera ser “progre”, “woke” o simplemente a una oposición a su idea: 1. Cuando se estrenó Barbie, varios luchadores culturales acusaron a la película de defenestrar la maternidad o el juego con juguetes en su primera escena; 2. Se criticó a Avatar por presentar una alegoría y apología a la Agenda 2030 en materia de ecologismo y “odio” a la humanidad; 3. Si hay un personaje gay en cierta película, eso puede indicar el intento de la “cultura de la homosexualidad” (como alguna vez dijo Márquez); 4. Cualquier crítica a la derecha peruana puede volver a alguien caviar; 5. Hay una gran sensibilidad por no incluir la palabra “terrorismo” en una película; 6. Se piensa que cualquier caso de una pareja homosexual, familia no “tradicional” o la reducción de la tasa de adultos que no se quieren casar obedece a una agenda contra la familia.
El pensamiento anterior es peligroso por ser reduccionista. Parece que las manifestaciones más mínimas de lo diferente es lo progre, cuando en realidad puede haber otras teorías (a veces simples, pero válidas) que explican ciertas cosas que parecen progresistas. Si se admite una manera de pensar así, probablemente siempre se esté a la “defensiva” o se caiga en una “paranoia” para identificar lo progre.
Youtuberianos y tiktokers
Los medios masivos de información, si bien ayudan a democratizar el conocimiento, también han tenido el efecto de hacernos más dependientes de lo visual, haciendo que decaiga la lectura y el pensamiento crítico que esta conlleva. La situación, al menos en el terreno de las ideas políticas, ha decaído tanto que ahora, de manera satírica, se ha comenzado a hablar de los “youtuberianos” y “tiktokers”: personas que solo ven simples videos en esas plataformas y se creen sapientes por conocer fuentes de tercera mano y malversadas. Eso se demuestra a diario cuando la nueva derecha, muchas veces, se basa solo en videos de sus divulgadores. Si bien ciertos videos pueden ayudar, no son lo primordial.
El propio Laje en su conferencia en Lima en el 2022, a la cual asistí, mencionó que no bastaba solo con ver sus videos, sino que se necesitaba leer, un consejo que parece pocos han seguido.
Tribalismo y falsa dicotomía: el fracaso de la nueva derecha
La nueva derecha está fomentando cada vez más la falsa idea tribal del “nosotros contra ellos”, la cual es una constante desde nuestras épocas más primitivas, pero que hemos aprendido a controlar en los últimos siglos, producto de cierta idea universal de humanidad que deviene desde el cristianismo y se reformula con tesis liberales o ilustradas.
Si bien nuestro cerebro está adaptado para ver dicotomías por doquier, el que haya esa predisposición no implica que estemos condenados a ello. El siglo pasado fue testigo de eso con la idea de la “humanidad común” que tuvo su máximo representante en Martin Lutter King.
Hoy lo que tenemos de parte de la nueva derecha es que estos, por no ser inclusivos, muchas veces son excluyentes y no integradores, predisponen a sus adeptos y lectores a ver el mundo y a las personas en dos grandes grupos: los que están en esta nueva causa (libertarios no progresistas, conservadores no inmovilistas, tradicionalistas no integristas y patriotas no estatistas, Laje, La batalla cultural, HarperCollins, p. 484) y todos los demás que están fuera de ese círculo a los que hay que enfrenta.
La idea de una “batalla” implica que hay “bandos”. Y si bien pueden haber disputas intelectuales o culturales (como casi siempre en la historia de la humanidad), el que haya, modernamente, una “batalla cultural” implica que uno debe formar parte del bando correcto o incorrecto, acrecentando más nuestras diferencias y estando “alerta” frente a la acción cultural que pudiese cometer el bando contrario a mí, el cual puede acabar dañándome.
Si, como desean algunos, resulta victorioso esta nueva derecha, esto implica que tendrá que ser el nuevo grupo hegemónico y haya, por ende, un grupo derrotado, un grupo resentido, el cual será, nuevamente, el oprimido y tenderá a repetir el círculo vicioso de la falsa dicotomía del “nosotros contra ellos”. Este “eterno retorno cultural” poco o nada es beneficioso si aún hay personas e intelectuales que creemos en la idea de humanidad común.
*Estudiante de Derecho UNMSM. Asistente de Cátedra del curso de Derechos fundamentales. Miembro del Taller de Derecho Constitucional - UNMSM. Escritor en diversos portales como El Montonero, Vivir Bien Megazine, Lucidez. Vicepresidente del Frente Crítico Universitario
**Frente Crítico Universitario podrá no estar de acuerdo con muchas de las posturas de sus redactores, pero defenderá el derecho a la libertad de expresión de cualquier persona que decida publicar con nosotros, aún si estas son críticas a nuestra organización.