Esquizofrenia política peruana
Por: Dante Olivera 11 de febrero del 2025
Por: Dante Olivera 11 de febrero del 2025
Cuando cursaba el quinto año de secundaria, mi profesora de un curso de sociales nos recomendó que no nos metiéramos a la política, pues es un campo sucio, embarrado y de rencores, mencionó que “era una de las peores cosas” que uno podía hacer.
Por esas épocas pasé por alto dicho comentario, puesto que había leído (muy superficialmente, lo reconozco) el Manifiesto de Marx y Engels y tenía una que otra lectura de idea del comunismo y la izquierda (categorías que ahora diferencio). Me parecía que mi profesora exageraba y no entendía la esencia de la política ni del bien común.
Tiempo después, con mi conversión al liberalismo, con cierto breve paso por fueros políticos y analizando la real politik que nuestro (decadente) país vive día a día, me doy cuenta de que la aseveración de hace más de 7 años estaba en lo correcto. Los políticos (más en el Perú) son unas entidades esquizofrénicas que, por una pisca de poder, son capaces de ignorar la realidad que les rodean y tratar de imponer su cuadro esquizofrénico a la realidad.
La esquizofrenia y la realidad
Nada asusta más a un esquizofrénico que la realidad misma. Del mismo modo, nada asusta más al político que la realidad, el pueblo, la calle, lo que pasa más allá de sus simples oficinas planificadoras y burocráticas en las que está.
La mentira e ignorancia de lo que verdaderamente pasa es la vitamina potencial de nuestra clase política: no importa que pase un problema verdaderamente grave o que el país se esté yendo por el precipicio, se sigue insistiendo en ciertas normas absurdas, ciertas peleas por el poder o un reduccionismo al absurdo de la batalla cultural.
Yo diría que son tres hechos puntuales y significativos que nos han demostrado de manera evidente la esquizofrenia.
El primero es el referido al mal de la extorsión y los asesinatos a los transportistas, razón por la cual salieron legítimamente a protestar contra el Congreso y contra el gobierno. Me pareció sumamente llamativo que ciertos congresistas de “derecha” acusen a todo manifestante de “rojo, caviar, comunista, terrorista” y no se ponga a pensar en si de verdad hay o no motivos legítimos para el reclamo popular. Por otro lado, tenemos a un congresista almirante alzado, carajeó a un dirigente acusándolo de que le estaba “faltando el respeto”, cuando en ningún momento se vio ello. Por otro lado, nuestra pseudorevolucionaria izquierda quería azuzar y usar este reclamo popular para impulsar su éxtasis de “Asamblea Constituyente”, no dándose cuenta que el problema era más de gestión y ejecución, más que un “momento constituyente”.
El segundo hecho lo representa nuestra susodicha presidente, la cual cuenta con un ínfimo porcentaje de aprobación. Siendo investigada por diversos presuntos delitos (ya que cierto parlamento no le abrirá ni un antejuicio ni un juicio político), dicho personaje ignora la realidad de manera grosera: no se da cuenta que el pueblo no la quiere, que está haciendo una pésima gestión, insulta y menta a la madre a detractores, dice que cierta rinoplastia se la hizo por motivos de salud y no estéticos, intenta desviar la atención ciudadana con propuestas estólidas como el aumento del salario mínimo (lo cual originará más informalidad y menos inversión) y la pena de muerte, entre otras. Pocas veces se ha visto un personaje tan incapaz, ineficiente y sumiso al poder congresal como en el presente caso.
Por último, tenemos las diversas luchas por el poder y los aleccionamientos o venganzas políticas que se querían dar. Me refiero, por ejemplo, a la guerra entre el Congreso y la JNJ, donde, siendo el conflicto eminentemente político, se trató de usar las armas jurídicas para el propósito de la destitución a los magistrados, a la (innecesaria y absurda) pelea que agudizó el Congreso entre la Fiscalía de la Nación y la PNP por el tema de las diligencias preliminares (ahora investigación preliminar), la lucha entre los caviares incrustados en el Ministerio Público y el Poder Judicial contra cierto sector de derecha que también está en otras esferas de poder, o la idea de una reforma al código procesal constitucional y a la conformación del Tribunal Constitucional a raíz de no haberle dado la razón al Congreso en una demanda competencial. Todo este conflicto de poderes por querer tener más poder y control sobre algo, me hace pensar que el proyecto del constitucionalismo y liberalismo han fracasado en nuestro país.
Más allá de lo evidente, me resulta increíble como es que los propios actores o causantes de esto ignora la realidad, intentan hacer una “racionalización” freudiana de sus actos, cuando es totalmente evidente lo que pasa
Las instituciones y las ideas frente a la esquizofrenia
El 2024 fue un año pésimo para nuestro país, por donde se mire. No solo por el accionar de los políticos, sino por la inacción de la propia ciudadanía y parte de cierta academia ideologizada que tiene nuestro país. Frente a ello me surgen dos ideas tentadoras de cara al futuro y como medicamento frente a la esquizofrenia política.
Lo primero es el factor institucional (las “reglas de juego” de nuestra sociedad), factor que ha tenido un grave deterioro y tiene que volver a recuperarse. Las instituciones (ya sean económicas, morales, jurídicas, etc.) son un factor clave para el desarrollo de un país y la felicidad de sus ciudadanos, así lo demuestra toda la literatura especializada en el tema. Estas instituciones tienen que venir de la mano de cierto poder que se pueda utilizar para bien (si es que existe) y desarrollarse en el tiempo. Ningún congresista tendrá los incentivos para “castigar” a cierto magistrado, periodista o ciudadano si es que las reglas de juego no se lo permiten. Asimismo, ningún presidente tenderá a hacerse tan repudiado si sus acciones pueden causar una destitución, vacancia o incriminación. Lo mismo con ciertos fiscales que suministran información a ciertos medios disque imparciales o jueces abusivos en la aplicación e interpretación de la ley.
El otro factor que me resulta trascendental como antídoto son las ideas en la cultura y la opinión pública. Si se fortalecen el papel de las ideas correctas, ya sea en la ciudadanía o en la academia, puede que les sea más complicado a los futuros esquizofrénicos llegar a tener un peldaño en el Congreso o en algún otro organismo público, y, en caso los obtuviese, no habría tanta apatía ciudadana ante sus malos actos. El papel de las ideas (la batalla de las ideas, la batalla cultural o la guerra ideológica) es crucial para evitar que escenarios como estos se repitan a futuro. Si no se aprende, si se sigue en la era de la democracia, la viveza y el engaño, creo que la esquizofrenia política continuará indefinidamente su rumbo.
*Estudiante de Derecho UNMSM. Asistente de Cátedra del curso de Derechos fundamentales. Escritor en diversos portales como El Montonero, Vivir Bien Megazine, Lucidez. Vicepresidente del Frente Crítico Universitario
**Frente Crítico Universitario podrá no estar de acuerdo con muchas de las posturas de sus redactores, pero defenderá el derecho a la libertad de expresión de cualquier persona que decida publicar con nosotros, aún si estas son críticas a nuestra organización.