¿REALMENTE EMPODERADAS O NUEVAS ESCLAVAS DEL DESEO? UNA REVOLUCIÓN MALENTENDIDA
Por: Jesus Gamarra 12 de octubre del 2024
¿REALMENTE EMPODERADAS O NUEVAS ESCLAVAS DEL DESEO? UNA REVOLUCIÓN MALENTENDIDA
Por: Jesus Gamarra 12 de octubre del 2024
Las relaciones entre hombres y mujeres han sido siempre una lucha por el poder, pero pocos lo han entendido bien. Los feministas celebran la "emancipación" de la mujer, pero ¿realmente ha habido una liberación, o, simplemente, hemos cambiado de amo? La revolución sexual, en su afán de liberar a las mujeres, en realidad las ha colocado en una nueva forma de dependencia, no solo económica, sino social y sexual. Los hombres, por su parte, ya no son los únicos que deciden, pero el poder sigue siendo de ellas, de una forma más sutil y compleja que nunca.
La fragilidad femenina, esa misma fragilidad que el patriarcado había usado como una "debilidad", hoy es el arma más poderosa. Las mujeres modernas han aprendido a convertir su vulnerabilidad en control. ¿Y cómo? A través de su cuerpo, su belleza y el poder de decidir sobre ellos. Esa fragilidad que antes los hombres miraban con desprecio, hoy los hace arrodillarse en plataformas como OnlyFans, donde la mujer no es objeto, sino la fuente de toda la demanda sexual. La mujer que antes era vista como un ser que necesitaba protección, ahora es quien controla las reglas del juego. Esto, lejos de ser una liberación, es una nueva forma de dominio. Esther Vilar lo deja claro al señalar que el hombre, en su afán de "liberar" a la mujer, ha perdido el control, mientras que ella, al emanciparse, ha encontrado formas de dominarlos nuevamente, más sutiles, pero mucho más efectivas.
Si nos adentramos en lo que realmente ha cambiado, descubrimos una verdad incómoda: los hombres siguen buscando lo mismo: belleza juvenil, fragilidad, y fertilidad. Pero ahora, ese deseo no solo está ligado a la reproducción, sino a un impulso mucho más primitivo: el deseo de poseer, de consumir lo inalcanzable. La mujer, en su nueva libertad, no solo controla su sexualidad, sino que sabe usarla como capital. Y lo que más molesta a los defensores del orden patriarcal es que, mientras los hombres caen en este juego, las mujeres no necesitan del hombre para existir. Tienen el poder de "decidir", y eso les otorga una ventaja incomparable.
No se trata solo de una cuestión biológica. No, esta es una cuestión profundamente psicológica y social. Vigotsky, el gran pensador ruso, lo entendió hace mucho: el comportamiento humano no está determinado solo por lo que heredamos, sino por lo que aprendemos y, lo más importante, por lo que decidimos hacer con lo aprendido. En esta nueva era de relaciones entre los sexos, la mujer ha aprendido a usar las herramientas que la sociedad le ha dado, las cuales no son nuevas, pero ahora tienen un significado radicalmente diferente (Vigotsky, 1925).
La historia de las relaciones de género es un laberinto de control y manipulación. Lo que muchos consideran una liberación es, en realidad, una transformación de un antiguo sistema que ha evolucionado para adaptarse a nuevas circunstancias. Los hombres y las mujeres, en su danza histórica, han intercambiado roles de dominación y sumisión, pero el espectáculo es el mismo: la lucha por el poder, por la validación y por el control.
Bajo el velo de la emancipación, las mujeres han encontrado formas de ejercer un nuevo tipo de poder que va más allá de lo convencional. La fragilidad que una vez fue vista como una carga se ha transformado en una estrategia poderosa. El poder de la seducción, el control sobre su propia sexualidad y el uso de su belleza como moneda de cambio en un mundo que aún se aferra a los ideales tradicionales de atractivo son armas que las mujeres han comenzado a manejar con una maestría que asombra.
En el trasfondo de todo esto, encontramos una crítica a la cultura de la superficialidad que, paradójicamente, han alimentado tanto hombres como mujeres. Los hombres, en su búsqueda constante de lo deseable, a menudo perpetúan una imagen de la mujer que es, en el mejor de los casos, distorsionada. Las redes sociales y las plataformas digitales han amplificado esta dinámica, convirtiendo a las mujeres en objetos de consumo y a los hombres en consumidores insaciables. Sin embargo, en este ciclo de deseo y satisfacción, hay una inversión: las mujeres ahora tienen la capacidad de dictar las reglas de este juego, mientras que los hombres se ven obligados a jugar bajo sus términos.
El dilema radica en cómo se define el valor. ¿Es el valor de una mujer solo el resultado de su belleza y su capacidad de atraer? O, por el contrario, ¿puede el valor ser definido por su fortaleza interna, su inteligencia y su capacidad de tomar decisiones autónomas? La respuesta no es sencilla. En una sociedad que aún arrastra vestigios de un patriarcado arraigado, estas preguntas siguen siendo tema de debate. La historia ha enseñado que el valor de una mujer ha estado intrínsecamente ligado a su papel en la familia y en la reproducción, pero en esta nueva era, la mujer ha comenzado a reescribir estas normas.
Lo que queda claro es que el poder en las relaciones de género no es estático; es un campo de batalla en constante cambio. Lo que hoy parece ser un avance puede convertirse en una nueva forma de control en el futuro. Así, las mujeres deben ser conscientes de que, aunque han ganado una nueva libertad, esa libertad también conlleva la responsabilidad de no caer en las trampas que el sistema aún les tiende. La emancipación no debe ser una excusa para renunciar a la autonomía personal, sino una oportunidad para reevaluar lo que realmente significa el poder en un contexto de igualdad.
En última instancia, la pregunta que debemos plantearnos es si realmente estamos avanzando hacia una sociedad más igualitaria o si simplemente hemos cambiado las dinámicas de poder, manteniendo el mismo juego de seducción y dominación. La lucha no ha terminado, ha tomado nuevas formas, y la fragilidad femenina, lejos de ser un signo de debilidad, se está revelando como una de las fuerzas más subversivas en la redefinición de las relaciones de género. Es hora de que tanto hombres como mujeres se enfrenten a esta nueva realidad y comiencen a desmantelar las viejas narrativas que han mantenido la desigualdad durante demasiado tiempo.
La fragilidad y la fortaleza coexisten en la mujer moderna, y reconocer esto es fundamental para el futuro de las relaciones de género. Ya no se trata de buscar un modelo de hombre o mujer ideal, sino de entender que cada uno tiene su propio valor, que se manifiesta de múltiples maneras. Así, el verdadero desafío radica en forjar un nuevo camino donde el poder se comparta y la vulnerabilidad se acepte como parte de la experiencia humana.
Referencias
Vilar, E. (1971). El varón domado. Ediciones Grijalbo.
Vilar, E. (1974). El varón polígamo. Ediciones Grijalbo.
Vigotsky, L. S. (1925). La conciencia como problema de la psicología del comportamiento. Obras escogidas, 1, 39-60.
Hac, P. M., y Ardila, A. (1977). El sistema de ideas psicológicas de Vigotsky y su lugar en el desarrollo de la psicología. Revista latinoamericana de psicología, 9(2), 283-299.
*Estudiante de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya
**Frente Crítico Universitario podrá no estar de acuerdo con muchas de las posturas de sus redactores, pero defenderá el derecho a la libertad de expresión de cualquier persona que decida publicar con nosotros, aún si estas son críticas a nuestra organización.