LA CRISIS POLÍTICA EN LOS JÓVENES
Por: Manuel Alejandro Núñez Vilcabana
Por: Manuel Alejandro Núñez Vilcabana
En la memoria de algunos estarán los años donde el militar Velasco gobernaba el país, con la reforma agraria y su campaña nacionalista. En otros tantos, unos cuantos más, estarán aquellos años del flamante Alan García y su verbo prodigioso que movilizaba a masas enormes de personas, haciéndolos llorar en cada conferencia o mitin que ofrecía. A la par, aquellas mismas personas recordarán la llegada de Fujimori y su autogolpe de Estado; El “Chino” representaba ese cambio que necesitaba el Perú después de tantos movimientos de izquierda que le habían hecho tanto daño a la nación. Sin embargo, los jóvenes de ahora, ¿qué cosa recuerdan con fervor o con enojo?, ¿cómo se identifican políticamente?, ¿realmente la política les importa o es “algo” que solo los “viejos de la televisión” discuten continuamente?
𝗟𝗮 𝗰𝗿𝗶𝘀𝗶𝘀 𝗽𝗼𝗹í𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗷ó𝘃𝗲𝗻𝗲𝘀
Los antiguos partidos políticos, los que perduraron en el tiempo, lograron penetrar en la mente y en el corazón de cada peruano. Es por tal motivo que hasta ahora vemos en las plazas de Lima y de muchas provincias cómo se arman debates públicos por partidos e ideales pasados; llaman la atención de las personas que conocen del tema, aquellos que lo han vivido en carne propia. Pero ¿cómo los jóvenes se pueden identificar con algo que no han vivido en lo absoluto?
Reza un proverbio: “tiempos malos traen hombres fuertes, hombres fuertes traen tiempos buenos, tiempos buenos traen hombres débiles, hombres débiles traen tiempos malos”. Esto nos puede figurar ofensivo, hasta irreal, pero no es del todo lejano. Luego de la recuperación económica, superada la crisis en la que nos dejaron los terroristas, llegaron años de abundancia en el Perú: Se construyeron carreteras que conectaron los pueblos más alejados con las grandes ciudades, mejoró la calidad de vida, aumentó el empleo, aumentó el acceso de la clase baja a la educación y, con el tiempo, algunas preocupaciones, que antes pasaban de padre a hijo, morían con los padres. El Perú comenzaba sus “tiempos buenos”.
Es aquí donde podemos diferenciar dos tipos de jóvenes: Los que iniciaron movimientos revolucionarios de forma intelectual y los que solo inician una carrera universitaria por necesidad para conseguir un mejor estatus social. No es que esté mal tomar una carrera universitaria solo para tener fuente de ingresos; lo que está mal es creer que, al hacer esto, evitamos todos los conflictos sociales.
Los conflictos sociales tienen diferentes puntos de partida, pero las personas que solucionan estos conflictos deben tener dos características importantes: que tengan buen manejo de su área de acción y que tengan conciencia social. La conciencia social solo se obtiene a través de experiencias que conmuevan completamente a la persona y logre, de alguna forma, entender que la acción de uno deriva en una clase de efecto mariposa. Ejemplos de esta clase intelectual se encuentran en personas como Cesar Vallejo, Haya de la Torre, Manuel Gonzales Prada, entre muchas otras figuras nacionales.
Se escuchan frases como: “En el Perú ya no existen intelectuales como en aquellos años” o “las vacas sagradas ya no existen”. Verdaderamente es así. Las universidades dejaron de ser un centro de cultura y difusión intelectual, y se convirtieron en aquella etapa performativa necesaria para ingresar a un mercado laboral furioso que satisface los diferentes escaños que se necesitan para que la gran maquinaria económica siga funcionando.
Y este cambio abrupto se visibiliza con los jóvenes, que ya no se interesan por política; por desinterés, muchos ni siquiera saben quién se presenta como candidato o, a lo mucho, saben qué día votan. Vemos cómo realizan vídeos y bailes para TikTok los diferentes candidatos, funcionarios, incluso congresistas, todo con la idea de calar con este grupo etáreo que se ha desconectado casi por completo ¡Toda una chanfaina de quinta!
¿𝗤𝘂é 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗮𝗻𝘁𝗲 𝘁𝗮𝗹 𝗰𝗿𝗶𝘀𝗶𝘀?
En general, la única salida es el regreso de la intelectualidad en las aulas universitarias; que se dejen de luchar por notas, dejar los temas vacíos y carentes de toda necesidad; alejar de las aulas a los profesores incapaces en sus áreas, aquellos que creen que logró su meta con que el alumno responda bien 10 preguntas memorísticas, mas no le ha enseñado a razonar críticamente, contrastar información y formal una real opinión a partir de un proceso complejo de evaluación. Realmente, es un camino difícil de tomar, pero si no lo tomamos seguiremos como estamos; es por este motivo que llegamos a tener en el sillón presidencial a un señor de parca agilidad mental, misma que lo llevó a convertirse en un meme por ni siquiera poder narrar un sencillo cuento sobre un niño que trataba de poner a prueba a su maestro en base a una trampa.
Finalmente, solo queda admitir que “hay, hermanos, muchísimo que hacer”