MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE EN EL DISCURSO POLÍTICO, SOCIAL Y CULTURAL
Por: «la_antiderechos»
Por: «la_antiderechos»
La distopía literaria escrita por George Orwell, «1984», permite introducirnos a una de las contrariedades que han existido desde el amanecer de la humanidad, la manipulación del lenguaje. Está se comprende como, el deseo de dominio y control sobre los seres personales, mediante la utilización de técnicas que encarcelan el libre pensamiento.
El autor expone desde la figura metafórica de la «neolengua», un símil de nuestra realidad, donde la tergiversación de significados está presente y se mantienen con la intencionalidad de utilizarse como arma política. Las técnicas serán aquellas que permiten el exterminio de reglas y normas del lenguaje referidas a convenciones sociales ya predispuestas de la relación hombre – hombre y hombre – naturaleza como la polisemia; las variaciones diatópicas, diacrónicas y diafásicas; o incluso caer en la gravedad de separar el significante del significado y su sonido tal cual lo declara Saussure, ocasionando que los hechos subyacentes en relación cambien.
Esta precisión nos remite concebir con mayor claridad el caballo de Troya que provocó hecatombes mundiales, y configuró una retórica bélica contra el pensamiento crítico en los países democráticos, donde el uso de la perífrasis de demagógica reina, los liderazgos se pudren y la corrección política se apodera de las mentes.
López Quintas decía: «el lenguaje crea palabras, y en cada época de la historia algunas de ellas se cargan de un prestigio especial de forma que nadie osa ponerlas en tela de juicio». A estas palabras se les ha denominado «talismán» y son aquellas que tratan de condensar las excelencias de la vida humana, contienen el poder de prestigiar los vocablos que no las contradicen y enterrar las que se oponen en sus significados.
Los comodines talismanes son termómetros reguladores de la corrección y facilitadores de la censura a la diferencia. La detracción dependerá de la neurociencia cognitiva a través de la cual vamos a relacionar los términos y las experiencias que los traducen. Algunos de estos vocablos han cambiado a lo largo de los siglos como orden, progreso, cambio, inclusión, tolerancia, radical, pueblo, diversidad, ultra, moderado, autonomía, centralismo, sostenibilidad y libertad.
Cuando las personas suelen quedarse sin fundamentos las utilizan con la necesidad de crear satisfacción en los oyentes y la imagen de ser culto e instruido en cierto tema. La realidad es que estos términos sugieren más que lo que significan, así que, en el momento de su pronunciación, es mejor considerar un respiro para analizarlos o matizarlos y descubrir su significado filológico, histórico y filosófico.
Un buen lector comprenderá que todo se interpreta a la pretensión de introducir determinadas ideologías; sin embargo, se dice habens sua fata verba, aunque algunas palabras tienen un destino más bizarro que otras. La palabra ideología rompe un récord en la historia, ya que encontrar un denominador de sus avatares de identidad es una tarea de difícil corrección.
Etimológicamente la palabra ideología, significa ciencia de las ideas, significado acuñado por Destutt Tracy en el siglo XVIII, con el fin de pretender alcanzar la ambición de iluminismo racional para asesorar a los gobernantes y velar por un orden social. Este experimento se organizaría desde la tutela del Instituto Nacional Francés, Mercier una de las luminarias de la academia francesa decía «solo las ideas existen, no son las cosas las que existen, si no las ideas que nos hacemos de ellas».
Tracy destina este significado de ideología para ser el guardián de todas las ciencias, con el objetivo de vigilar, supervisar y corregir los trabajos de las disciplinas humanas, pero con una agenda oculta implícita en la idea de la misma ideología, pues en la práctica los ideólogos eran los constructores de las ideas a través de la manipulación del entorno humano.
Su segunda connotación histórica y culmen de lo que hoy conocemos por ideología surge cuando Karl Marx escribió su «Ideología Alemana» junto a Friedrich Engels. En ese momento cambiaron el significado de «ideología» en un sentido seminal. Para ellos está se refiere a lo que se pretendía inducir a las personas, es decir, crear acciones humanas con la imposición de ideas.
De este modo, comienza el concepto desaprobado para posteriormente impugnar la realidad desde la manipulación y trivialización del lenguaje. La ideología pasaría del dominio del «conocimiento» al dominio, inferior, de las «creencias». En esta nueva encarnación la ideología crecería en la tradición marxista a partir de Mannheim, que será influido por la idea de la «falsa conciencia», elaborada por George Luckács quien se inspiraba en la lectura de las teorías de Lenin. Para este último, las clases proletarias alcanzarán el progreso solamente con la guía de científicos sociales que los guíen en la liberación de la conciencia, estableciéndose como principio universal de salvación, fuera de ello, serían hundidas en la ilusión imperante.
Hoy podemos asegurar con tales expresiones, que el marxismo desde sus orígenes nos desea presos de un solo pensamiento, al igual que todas las ideologías que pretenden imponer sus ideas y cortar nuestras alas hacia la duda y el diálogo. Frecuentemente las palabras «talismán» son usadas en los discursos políticos para llegar fácilmente a las masas.
Un ejemplo palmario de lo mencionado es el discurso de Perú Libre y Pedro Castillo en tiempos de elecciones para seducir a gran parte de la población, en el que utilizó indiscriminadamente en su hablar el término «pueblo». A su vez, dicha palabra aparece unas 59 veces en el documento de 77 páginas denominado «ideario» y, en el caso del segundo «plan de Gobierno», se halla unas 27 veces en apenas 17 páginas.
En el caso de otros políticos era similar. Para Pablo Iglesias (España), el anti pueblo era la «casta»; para Manuel López Obrador (México), «la mafia del poder»; para los Kirchner, «los gorilas»; para Nicolás Maduro (Venezuela), «los escuálidos»; para Fidel Castro (Cuba), «los gusanos», y así continúa la lista. «Y, por supuesto, todos quieren ser parte del pueblo; estar del otro lado es bastante complicado, porque son los traidores».
Otros términos que están interrelacionados y que se repiten frecuentemente en los discursos de Castillo son «neoliberalismo», «imperialismo», «soberanía» y «revolución». Todas ellas, inhiben la escucha, el cuestionamiento y nos hace depender de la realidad creada del manipulador. Entonces, es cuando formamos parte del grupo con la pérdida del sentido de autocrítica e inseguridad de nuestras palabras, apartando de nosotros la necesidad de comprender libremente.
Las consecuencias, al modo de observación de Arendt, es que los hombres se convierten en naturaleza fragmentada y atomizada, individuos aislados unos de otros, en los que se impone una libertad solipsista y con ello los seres humanos resultan desprovistos de las capacidades de apreciar y oír a los demás, como de ser vistos y oídos por ellos mismos. En otras palabras, es la colectivización del pensamiento, para la fragmentación de la identidad de los seres humanos. Así, la posibilidad de crear una ciudadanía democrática y responsable de su propio destino se torna en una quimera.
Otro juego sucio en el lenguaje es lo que popularmente se conoce como eufemismo, pero, ¿qué es el eufemismo? Sencillamente consiste en una herramienta para evadir la realidad. Es decir, cuando un nombre no nos parece oportuno pronunciarlo, se le asigna otra palabra que el manipulador aparenta semejarlo, algunos ejemplos son aborto – interrupción voluntaria del embarazo, mujeres – cuerpos gestantes, comunista – luchador social, terrorismo – guerra interna, y de tal forma que podríamos seguir enumerando la trivialización de la idea original de las palabras.
Al final, podemos preguntarnos, ¿cómo identificar la manipulación del lenguaje? Para ello es necesario recordar que el manipulador siempre hará creer que busca la felicidad de la mayoría, porque necesita masificar el pensamiento a favor de sus intereses, pues las masas abrazan las necesidades que se les vende como fuente de bienestar. En segundo lugar, la deshumanización total de los que estorban los intereses del que opera la falsificación, validando en el peor de los casos la muerte de estos a través de un eslogan de manual. Por último, están los mensajes al servicio de la mentira, la obnubilación y la violencia.
El papel que cumple aquel que identifica las artimañas del manipulador se basa en el método de matizar las palabras en cualquier escenario que aparezcan, refutando con preguntas para el despertar de la conciencia como ¿El progreso es exclusivo de algunas ideologías? ¿Qué tan libre es la libertad? ¿Se puede hablar de progreso, dañando al semejante? ¿Qué se entiende por tolerancia? ¿Qué tanto se acepta la diversidad de pensamiento por parte de los llamados «inclusivos»? ¿Qué hace algo que sea incluyente o excluyente de los principios de la democracia? ¿Qué se entiende por pueblo en el discurso?, entre otros aspectos.
Lo cierto es que no todas las ideas pueden entrar en el mismo saco, ya que no todas son igual de válidas, decir que todas son legítimas es caer en un relativismo donde el sentido común se disuelve y la ignorancia se concreta. Todos desean tener ardientemente la verdad de su parte, pero muy pocos están de parte de la verdad. Nadie tiene en sus manos la verdad, sino el deseo de aquella búsqueda constante. Las personas que entendieron lo segundo saben defender sus ideales, sin imponerlos, pues libre es aquel que busca engendrar el bien con voluntad propia y cuya identidad no es avasallada por el victimismo histriónico de los demás. Víktor Frankl en «El sentido de la vida», comprende la crisis del vacío y de identidad en que se sumerge el hombre moderno, donde crece en etiquetas sin velar por su antropología integral.
Si queremos colaborar eficazmente a configurar una sociedad, más solidaria y más justa, debemos poner al descubierto los ardides de la manipulación y cultivarnos a pensar con todo rigor. No es demasiado difícil, Klemperer confirma que (...) «la lengua, al igual que los hombres tras las alambradas fue perdiendo toda huella de dignidad, toda traza de espontaneidad creativa». Por tal motivo hay que estar alertas, adoptar una actitud crítica, pedir que se maticen las palabras, activar nuestro amor por la búsqueda de la verdad, renunciar a imponer las ideas propias, aprender a razonar y cultivar las verdaderas formas de diálogo.
No basta vivir en un régimen democrático para ser libres de verdad. Hay que conquistar esta fidelidad a lo real que depara una libertad interior, frente a los recursos del ilusionismo mental, como la manipulación.
Referencias
Bauman, Z. (2002) En busca de la política. Segunda Edición. Fondo de Cultura Económica. México.
Jiménez, J. (2013) La propuesta de ciudadanía democrática en Hannah Arendt. En: Política y Sociedad, 50, Núm. 3. Departamento de Derecho Público. Universidad Pablo de Olavide.
López, A. (1998) La revolución oculta. La manipulación del lenguaje y subversión de valores. Editores PPC. Madrid, España.
Obediente, E. (2017) Normas y usos lingüísticos. A propósito de los verbos poner y colocar, en: Lengua y Habla, núm. 21, pp. 202-211. Universidad de los Andes, Mérida-Venezuela, Venezuela
Salas, M. (2006) Magia Verbal. La manipulación del lenguaje en el discurso jurídico, político y social. En: Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Universidad de Costa Rica.